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la vida
Una nación es grande en la medida en la cual la suma del
amor propio que tiene cada ciudadano hacia sí mismo resulta en ese amor por los
símbolos, tradiciones y principios que hacen a un país fuerte.
Venezuela tuvo todo para ser grande entre las naciones
grandes, en su lugar, se optó por seguir el banal camino del facilismo, ese
cáncer llamado viveza criolla, y se siguió la senda marcada por partidos
políticos socialistas que produjeron las condiciones para la llegada de su
pariente cercano, un sistema comunista. Pudo haber sido una sociedad honorable
y virtuosa que conquistara la Libertad. En cambio eligieron ser un pueblo que
suplica por comida, con las excepciones del caso.
Al día de hoy, mayo de 2017, el país casi en pleno se
encuentra alzado en protestas, cuyo fin no es otro sino acabar con la tiranía y
lograr la Libertad, y nuevamente, como en las anteriores olas de protestas de
los años previos, la “oposición” oficial, antes Coordinadora Democrática y
ahora MUD, maniobran para apagar esa llama y volver a encauzar a los
venezolanos en el “carril democrático”, dándole estabilidad y legitimidad
política a una revolución que no merece otra cosa sino llegar a su final.
Cuando escribí mi Manifiesto de mi emancipación de la
sociedad hace poco más de 3 años, ya en mi fuero
interno preveía que en algún momento
dejaría mi país. Al poco tiempo, a inicios de 2014, estallaron las protestas de una salida que fue
traicionada desde el inicio por la entrega negociada de los mismos convocantes,
quienes reeditaron la misma traición que vivimos quienes tuvimos parte en las
primeras olas de protestas contra Chávez, acaecidas entre 2002 y 2005, tiempo en el cual acaté el llamado al Derecho Natural traducido en el artículo 350 de la constitución acompañando a los oficiales que se declararon en Desobediencia Legitima en la Plaza Altamira contra un gobierno tiránico de corte comunista, lo cual, debido a la indolencia de una adormecida sociedad y la traición que vistió de democracia al comunismo, me trajo como consecuencia persecución, tortura y cárcel entre 2003 y 2004 . En este
2014 me activé nuevamente, esta vez con la experiencia de los años y
experiencias vividas, buscando ayudar en todo lo que me fuera posible a esa juventud
guerrera, generación de relevo, de quienes fuimos traicionados y hasta
injustamente apresados y torturados por ordenes de Chávez en aquellos
mencionados años transcurridos entre 2002 y 2005.
El temido Deja Vu otra vez se hizo real, y se negoció
nuevamente la lucha en las calles
mediante un dialogo y unas elecciones
parlamentarias cuyos resultados saltan a la vista en este 2017, donde
nuevamente, el ciclo del eterno retorno de la traición socialista le entrega
democráticamente el país al comunismo.
Dije basta, había llegado mi hora de buscar otros
destinos, otros horizontes. Había llegado el momento de buscar otra vida.
Dejé Venezuela, mi país de origen, como consecuencia de
la situación político social actual, una mezcla de populismo izquierdista y
falta de amor propio nacional que derivó en la toma del poder de un grupo de
criminales que utilizan el socialismo como arma. Con esta arma han torturado,
secuestrado y matado un país, reduciéndolo a una suerte de tierra anárquica, de
tribus enfrentadas entre sí que luchan apenas por su supervivencia, sin lograr
muchos entender aun que solo cerrando filas contra el socialismo podremos
encontrar la senda que nos conduzca hacia la Libertad, de la mano del orden y
el progreso.
Deje Venezuela, la dejé antes que llegara ese momento en
el cual, con todo el dolor de mi alma, sintiera
desprecio por todo eso en lo cual el socialismo transformó a mi tierra.
Dejé mi país al entender que ya no era posible para mí
seguir dando todo lo que he dado en la labor de buscar un despertar de una
sociedad que al día de hoy insiste en
mentirse. Despertar este que a estas alturas resulta tardío, según mí entender.
Dejé Venezuela, y allí quedan mis pocos amigos, compañeros
de lucha, mis hermanos de la vida, seres Nobles con quienes compartí y comparto
principios, valores e ideas, con quienes viví momentos de disfrute y episodios
trágicos. Amigos con quienes nos unen lazos muy fuertes que solo se entienden a
través de los ojos de los guerreros que ven sangre derramada, que curan sus
heridas unos a otros, que recogen a sus heridos, que lloran a sus muertos, y que
se hermanan a través de la confianza a toda prueba.
Pero también la dejé con la esperanza de poder regresar
algún día y contribuir de acuerdo a mis capacidades en su reconstrucción.
Dejé Venezuela, y llegue a estas tierras altas de la
Madre Patria. Su paisaje y su clima me sedujeron, su cultura de origen celta y
la herencia del imperio romano que se perciben a simple vista me impresionan, y
provocan en mi ese respeto que merece quien cuida sus valores, venera sus
tradiciones y se respeta a sí mismo, como lo que en este caso es: Herederos de
Occidente.
Llegué a Galicia, tierra fértil, tierra de gente noble y
trabajadora, tierra de clima duro por momentos, clima que influye en el
carácter de sus habitantes, duros, pero de gran corazón y buenos valores, lugar
donde espero encontrar esa vida y esa
paz que todo hombre de bien merece.
Hay momentos en los cuales el ser humano elije
sabiamente sus batallas.
Opté por escoger la mía: la búsqueda de una vida, una
vida nueva y llena de cosas dignas para ser vividas. Busqué una vida que mi
país de origen me niega.
Si pudiera definir mi vida en dos conceptos, estos
serían Voluntad de Poder y Voluntad de Vivir. Por lo pronto, opté por vivir.
Jorge Rojas Riera
Ex Prisionero
Político de Chávez